lunes, 23 de mayo de 2011

Doctor Champán


No ha sido un polvo bestial, no tiene la polla más grande del mundo, ni es el que mas aguanta, pero es él, el Doctor Champán, el que me trae bombones a la guardia, el que me asegura que está deseando arrancarme el pijama para comerme los pechos, el de mucho lerele pero poco larala. Pues ya no podré decirle eso. Por fin.


Mi primer médico. Siempre será mi primer médico. Y ha sido fuerte, salvaje, corto pero intenso. Me gusta que me duela el cuello después de follar, significa que ha sido vivo.

Nos hemos besado en el sofá, casi sin hablar, hemos cruzado tres frases. Dios, que bien sabe el cabrón, tiene unos labios tan carnosos, tan grandes, parece que vaya absorberte con ellos. Empezó despacio, suave, supongo que no se atrevía a lanzarse a lo bestia, supongo que a muchas mujeres no les gusta que seas salvaje, supongo que otras lo prefieren suave, ñoño o romántico. Pero yo no, yo no soy de esas y creo que él eso se lo olía, igual que yo lo percibía en él, el olor a barro que pocas veces confundo. Así que fui yo la que marcó el ritmo, la que le dio el primer pequeño mordisco en el labio de abajo; fui yo la que se sentó sobre a horcajadas en el sofá. Me puso las manos en el culo con firmeza mientras yo sujetaba su nuca sin dejar de besarlo. Repasó, mis piernas, mi culo otra vez, mi espalda, mis hombros y se aposentó en mis pechos, como si estuviera alargando el momento de placer. Los cogió y estrujó con fuerza; no pude evitar decírselo “estabas deseando hacer eso, ¿verdad?” “Ya te lo dije ayer, y lo dijo, claro que lo dijo, alto y claro. Dejo constancia de que quería arrancarme el pijama porque estaba harto de preguntarse cómo eran mis, según él, perfectos pechos. Seguimos besándonos fuerte, él me agarraba con la garganta y la mandíbula como empotrándome, como si quisiera meterme dentro. Hubo un momento que parecía que nos retábamos a ver quién era más salvaje, obviamente no le dejé ganar eso y lo que, inicialmente habían sido pequeños mordiscos, se convirtieron en mordiscos fuertes y ansiosos. Le quité la camiseta casi se la arranque de cuajo y le agarré con fuerza la espalda. Fue él quien me metió mano primero, literalmente; estiro todo lo que pudo el brazo para, desde atrás, rozar ligeramente mi sumamente húmedo coño. Empecé a jadearle en la oreja mientras deslizaba mi mano hasta su miembro. La curiosidad que me embriagaba en ese momento mientras desabrochaba los botones de su abultada bragueta era indescriptible. Así que cuando desabroché los botones me encontré que un miembro digno, precioso, y duro como una piedra. Me arrancó el vestido y el sujetador casi al unísono y empezó a vapulear mis pechos, los mordía, lamía, absorbía, apretaba y esnifaba con pasión.

Me arrodillé delante de él, mirándole con esa cara de zorra que pongo cuando estoy tan zorra. “¿Qué me dijiste ayer?” “Que la chupo que te cagas, y además me encanta hacerlo.” Así que eso hice, desplegar mi catálogo de habilidades orales y dejarlo con la boca abierta. Me la metí en la boca hasta el final y la retuve todo lo que pude, jugué con el frenillo con toda ella dentro, la lamí por fuera mientras le miraba y levantaba las cejas, así hasta que él mismo fue el que se agachó a levantarme. La excitación se palpaba en el ambiente, subía por segundos, como su miembro pulsátil. Me levantó del suelo y volvió a tirarme en el sofá.

La forma de penetrarme con sus dedos era tan salvaje, tan fuerte; primero uno, luego dos, incluso tres, mientras mis gemidos se convertían en gritos semicontrolados. Hasta que no podía más y le dije de irnos a la cama.

Me siguió mientras me quitaba el tanga y me tiraba a la cama quedando de espaldas, se tumbó al lado mío y me dio la vuelta con rapidez mientras una de sus manos se perdía en mi coño empapado. Otra vez me penetró con sus manos con fuerza, estimulándolo todo a la vez arrancándome alaridos de placer. Me acerqué a él y volví a chuparle la polla con ansia e impaciencia, mientras él movía su cadera calvándose en mi garganta. Volvió a levantarme, me besó con fuerza y me empujó empotrándome contra la cama con fuerza.

Ya sé que lo he dicho más de una vez, pero la primera embestida es la que mejor me sabe. Y esta fue especialmente placentera, suave pero firme y directa, hasta el fondo sin cuidado. Enseguida empezó a empujar con fuerza, mientras me levantaba las piernas colocándolas sobre sus hombros para que pudiera sentirlo más dentro todavía. Le pedí que me follara fuerte, mientras le agarraba los omoplatos y le mordía los hombros, mientas palpaba su fuertes brazos. Así que aceleró clavándose hasta el fondo haciendo que me desgarrara la garganta gritando sin parar. ME avisó que se corría y yo entre jadeaos entrecortados le aseguré que yo también, mientras mi cuerpo y mi voz se partían en dos y las cosquillas inconfundibles del orgasmo se esparcían por mi cuerpo, él gritó, un grito agudo y corto mientras se desplomaba sobre mi exhausto y sudoroso. Y así permanecimos, apoyando su cara en mi vientre, acariciándole su cabeza pelada, intentando recuperar nuestra respiración, nuestros latidos.

Genial, sencillamente genial, ya me he convertido, oficialmente hablando, en una de esas enfermeras que se follan a sus adjuntos y la verdad es que estoy encantada.

 
 
p.d. sé que falta la segunda partedel cumpleaños, no se me olvida, pero esto no lo quería dejar escapar de mi memoria

1 comentario:

Anónimo dijo...

es que no me has provado, zano