jueves, 28 de junio de 2012

Francés


Después de muchas conversaciones en un español casi perfecto y en un francés nulo, cuando mi Francés vino me sentía como una adolescente. La escusa del estreno era perfecta, pero yo no hacía más que preguntarme cosas obvias como si era necesario que preparara el cuarto pequeño cuando era más que obvio que dormiría conmigo.
Así que pasamos doce horas tonteando cual adolescentes nerviosos e inseguros pero con la diferencia de que una roza la treintena y el otro hace ya un lustro que la sobrepasa. Aún así, las doce horas de inseguridad de medir cada gesto, de analizar cada palabra, de escuchar cada silaba hasta el primer beso fueron tan excitantes como el primer polvo. De eso no hay duda.
Al principio no nos aclarábamos bien el uno con la otra. Pero nos ha costado muy poco tiempo hacernos al otro. La primera vez pensé en fingir, como tantas otras veces, gritar un par de segundo un poco más alto, cambiar algo mi expresión y ya está. Pero pensé que si fingía era el principio de la senda del fingimiento, camino que no quería volver a recorrer, ya lo he recorrido demasiadas veces. Así que simplemente esperé a que llegará.
Me folló de mil maneras, siempre empezando con cuidado hasta que era yo la que le pedía que subiera el ritmo, que me penetrase hasta el fondo, que se me clavara en las entrañas. Pero fueron sus manos las que me arrancaron el primer orgasmo; sus dedos penetrándome, jugando con mis humores, sus labios en mi oído susurrando frases obscenas en un francés incomprensible para mi, frases que luego le daba vergüenza traducir. Y así con mi dedo en el clítoris, su mano derecha en mi coño y la izquierda recorriendo para aprenderse mi cuerpo, fue así como me partí en dos, como emprendí el viaje que había olvidado, como grite desgañitándome la garganta; de esa manera fue como caí extasiada, agotada, rendida mientras él apoyaba todo su peso en lo largo de mi cuerpo, susurrando que soy su petite coquine gourmande.
Fue ahí cuando empezó a interesarme el francés.

domingo, 24 de junio de 2012

Vuelta




¿Qué me ha pasado todo este tiempo? Iba a decir que demasiadas cosas, pero en el plano sexual nunca son demasiadas.
¿Por qué no he escrito? No se, supongo que el cansancio del día a día, el agotamiento de los apuntes que no terminan y de los temarios subgéneros que no tienen ni pues ni cabeza.
Pero han pasado muchas cosas, algunas que no debían haber pasado, errores que se repiten y repiten en un bucle que esperaba dejara de ser infinito, encontronazos raros no buscados ni ensayados y… la recuperación del orgasmo. Sí ÉL ha vuelto, maravilloso, vibrante, estremecedor, sincero, salvaje, sudoroso, gritón, estupefaciente. Sí mi orgasmo ha regresado de su inmenso viaje para volver a dormir entre mis sábanas, en el pequeño botón del placer que es mi clítoris
Y sí, el regreso ha sido magnífico.
El principio sorprendente del orgasmo no esperado del polvo inesperado también. La duda, no demasiado placentera, de plantearse si tal magnífico acontecimiento iba  a ser un suceso aislado o, por el contrario deseado, era el comienzo de una carrera de orgasmos sin fin. La estremecedora duda de pensar que los orgasmos que me tocaban habían sido gastados a la temprana edad de 29. Y el maravilloso regusto sabroso del primer orgasmo con el amante nuevo, no el más guapo, ni el más atractivo, ni el más morboso, pero, sin duda el más bueno. El primer orgasmo con Francés, ese orgasmo sincero repleto de confesiones anorgásmicas anteriores. La tranquilidad de comenzar a follar, de calentarte/nos sabiendo que ÉL llegaría gracias a su inestimable ayuda. Las lágrimas incontenidas de los orgasmos que casi parecen que te transportan al mismo cielo, a la misma muerte.
La tranquilidad, eso que me ha tardado tanto en llegar, la tranquilidad del orgasmo asegurado, la tranquilidad de la ropa de hombre en la lavadora, la tranquilidad de las noches abrazadas y las de los pies encontrados para evitar el calor húmedo del verano zaragozana.
La tranquilidad, eso ha pasado estos meses.
Ahora bien, no quita para que siga teniendo mis dosis de sexo salvaje, con él, sin él, reales o ficticias; y, ahora que lo he retomado, ya no pienso dejar de contarlas.