sábado, 14 de enero de 2012

La última noche de barro del año



 Hay sensaciones que no se pueden describir. Es casi imposible. ¿Cómo definir a la perfección lo que se siente al perder la cuenta de las manos que rozan tu cuerpo? La última noche de barro del año resultó muchísimo mejor de lo que me esperaba. No recuerdo el nombre de la nueva adquisición, pero sí recuerdo que besaba muy bien. Y que me pidió por favor que me cambiara de postura para mirarlo de frente.
Son esas noches cuando se me follan cuatro hombres, mientras un quinto mira, uno detrás de otro, arrancándome gritos de placer, repartiéndose cinco pares de manos mi cuerpo, recorriendo todos mis recovecos, cambiándome de postura sin orden ni concierto, retirándose para no molestar después, quedando exhausta en los brazos de un hombre que no recuerdo como se llamaba. Son esas noches las que me encantaría limpiarme el semen mi piel desnuda, arreglarme el maquillaje, perfumarme con mi colonia favorita y subirme a un taxi para acabar en el bar de siempre en el que siempre se repite el día de la marmota. Subirme a la barra y espetarles a la cara “SE ME ACABAN DE FOLLAR CUATRO HOMBRES MIENTRAS UN QUINTO MIRABA, ¿REALMENTE OS PENSAÍS QUE SOY YO QUIEN OS NECESITO?”
Peeeeeeero la sociedad y mucho menos el ambiente sanitario, no están preparados para escuchar verdades erótico-festivas, lo cual es una verdadera lástima.

jueves, 5 de enero de 2012

La gran O




Cuando has perdido el orgasmo, recuperarlo aunque sólo sea un noche de forma esporádica es increíble.
Después de cientos, literalmente hablando, de mensajes con mi catalán el cual está supercomprometido, pensé que no íbamos a quedar, que todo sería un fugaz y casto magreo a las tantas de la mañana. Pero, una vez más, me confundí. Al igual que al infravalorarlo. La sinceridad le caracteriza, aunque sea a golpes y mensajes diferentes, y me informó, casi sonó a aviso, que hacía demasiado que no se acostaba con alguien, ni siquiera con su pareja.
Me vio desnuda y suspiraba intentando concentrarse, pero no lo consiguió. Y no me importó lo más mínimo porque el segundo asalto fue genial. Nos besamos en el sofá mientras me tiraba con la suavidad justa del pelo; la forma en que lo hacía con ese cuidado, casi parecía que me estaba pidiendo permiso, el cual, por supuesto, fue concedido.
Le chupé la polla con todo mi énfasis, pensé que se lo merecía después de tanto mes de una sequía más que obligada, impuesta. Así que me la metí en la boca hasta lo más hondo, se la lamí por fuera, jugué con ella dentro de mi boca, la humedecí, la absorbí, la olí y la esnifé para quedarme con su olor dentro. Y, cuando no podía más le pedí que me follara, y así lo hizo.
No recuerdo, han pasado ya bastantes días, si al principio nos follamos mirándonos, o si fui yo la que le cabalgó poniéndose encima, pero si que recuerdo que le pedí que me follará a cuatro patas, que le entregué mis nalgas dibujando una hermosa pompa para que me penetrara desde atrás, con la fuerza y la vehemencia de un hombre que no está satisfecho. Me clavó los dedos en el culo y, entre jadeos dijo, “uf, te daría unos cachetes…”. Me giré, le miré y sin dudarlo le grité “PUES HAZLO” y así lo hizo. Y entre embestidas vehementes y el sonido de la mano que chocaba contra mis cachetes, me corrí, me corrí avisándole que me corría, me corrí casi ahogada por culpa de almohada, me corrí sintiendo sus pulsaciones, oyendo sus berridos de placer. Me corrí gritando porque me corría, y caí exhausta sobre la cama sintiendo su cuerpo sobre mi espalda, concibiendo su respiración en la mía… Me corrí y la euforia hizo que gritara más todavía, que me riera y le explicara, entre risas de lo más sonoras, que hacía demasiado que no me corría.
Y después aún hubo segundo asalto, sin orgasmo pero con placer, por supuesto, y un después de ese un sueño reparador y magnífico, ese tipo de sueño que solo el orgasmo puede atraer.