lunes, 26 de abril de 2010

Poder


Nunca me había sentido tan poderosa, nunca jamás. Trabajo con vidas humanas a diario, pongo medicaciones que mal administradas pueden provocar daños irremediables, pero jamás hasta el jueves me había sentido tan poderosa.


Me lo rogó él, hacía muchísimos meses que no sentía su peso. Y fue él, virtualmente, quien me pidió que le castigara, esto sí que era una novedad más que excitante.

Debería haberle dicho que no. Debería haberle devuelto una de las muchas que me debe y haberle dejado plantado. Debería haber esperado a que subiera se pusiera cómodo y después decirle que no tenía ganas de follar. Pero no pude evitarlo, soy como el escorpión que pico a la rana que le llevaba hasta la otra orilla del río, no puedo evitarlo, es mi naturaleza.

Así que en catorce minutos llamó al timbre de mi puerta.

En segundos desnudos y cachondos nos tiramos encima de mi cama. Todo era salvaje, sé que con el Rubio siempre ha sido salvaje, pero lo del otro día fue… especialmente animal, casi primario.

Pegué, mordí, arañé, golpeé, sacudí, aporreé todo lo que quise. Todo acompañado del sonido seco que provocan las ostias, todo coreado por los gemidos de un hombre tan excitado como sorprendido.

Subida encima de él, preparándome para cabalgarle, provocándole heridas, marcas y líneas rosadas que poco a poco se convertirían en rojo, a él se le escapó un susurro que quería formar una frase en la que rogaba que le follase, que hiciese con él lo que quisiera. Y eso hice, nada más y nada menos.

Le di la vuelta, preparé su única y perfecta entrada, me acicalé con mis mejores eróticos miembros falsos y le penetré como no lo hacía en meses. Hasta el fondo si indulgencia, una y otra vez, mientras gritaba, chillaba y su dolor se mezclaba con su placer. Le follé mientras le tiraba del pelo. Le follé mientras le pegaba cachetes en un culo que se tornaba rojo. Le follé mientras le obligaba a levantar la espalda y le ahogaba con cuidado y permiso. Le follé escuchando la banda sonora de mi poder, de su placer y del mío.

Por fin, pensé mientras le follaba, sé lo que se siente, entiendo lo que implica el poder de dar placer o hacer daño con un simple gesto.

jueves, 15 de abril de 2010

La próxima primera vez



La próxima vez que follemos los tres le dejaré hacer conmigo lo que
quiera, le dejaré hacerme lo que nunca le he dejado.
Le comparé una cuchilla de afeitar de las antiguas, de esas que salen en las películas cuando alguien se va a suicidar; una cuchilla de afeitar y un bote de espuma para que me rasuré bien, completamente, para que me quede más expuesta todavía, como si no lo estuviera ya. Además de esto, me exposaré yo sola a algún barrote que habré estado buscando con premeditación y alevosía, me pondré el coulotte que sé a ciencia cierta que le enloquece, me dejaré puestos los tacones de puta y a mis pies tendrá otro paquete con un grandioso lazo rojo, como yo, que guardará un hermoso látigo de cuero de cuatro colas, no mejor de siete. Regalo retrasado de un cumpleaños que tendría que haber sido tan bonito como excitante.
Después de todo esto, le morderé lo justa para que grite de dolor pero que aún así me pida más. Me arrodillaré exposada a lamer al maestro mientras le miró a él con esa sonrisa que se que le encanta. Lo dejaré a mi espalda y colocaré sus manos en mi pecho para que me entregue a un maestro expectante y excitado.
Ayer pensé que todo esto lo haré la próxima primera vez que follemos los tres, que será mejor que la primera primera vez y que la segunda primera vez y todas las sucesivas primeras veces.
Pero al minuto siguiente me di cuenta de que eso, justamente esto, era una de las cosas que hacía que lo perdiéramos cada ocho magníficos meses.
Así que la próxima primera vez, el próximo puto re-encuen-trio, será maravilloso porque será un re-encuen-trio pero no porque le de todo lo que quiere porque eso, justamente esto, es lo que no quiere. Que complejidad.

lunes, 12 de abril de 2010

Frankestein


He decido que quiero volver a soñar, sí sí sí. Quiero volver a fantasear con mil situaciones, con mil personas, con miles de cosas que tengo que hacer antes de morir. Quiero cortar pequeños e irregulares trozos de papel de colores en los que quiero escribir un montón de fantasías, eróticos festivas, sentimentales, materiales y de todo tipo.
Deseo, deseo, deseo, deseo por encima de todas las cosas ser feliz. Y querer volver a desear.
Así que he decidido empezar a escribir relatos otra vez, inventarme un amante perfecto que sé que no encontraré nunca, pero en mi imaginación puede ser como yo quiera.
Voy a crear a mi propio Frankenstein, con los mejores trozos de los mejores. Y haré que escenifique todo lo que yo quiero.
¡Ala! Este seguro que no va a fallar. Se llamará… Ángel. Sí, le pega, no sé, creo que le queda bien.
Así que, como últimamente el Maestro y yo tenemos serios problemas de compatibilidad de horarios (es lo que tiene los horarios imposibles y los turnos incompatibles con la vida humana), pues pondré en marcha mi imaginación para “suplir” estos días de no-encuentro.
Aunque parece que esta semana… quizás unas horas robadas un sábado nocturno… Quizás el tiempo y el espacio nos den un descanso y nos permitan un más que merecido re-encuentro.