martes, 30 de marzo de 2010

Imposible

No hay nada que contar, que pena.
Me creí que nos iríamos a Lisboa para mi cumpleaños. Pero para el aniversario de mi nacimiento quedan 20 días y las cosas no parecen que vayan a arreglarse.
No hay nada que contar, que pena.
Sigo teniendo mil y un fantasías que giran en mi mente, mil y un ideas, mil y un proyectos que se quedaron una vez más y, como siempre, encerrados en cajas con candados que nunca serán abiertos.
Ojalá pudiera extirparme la imaginación.
Ojalá pudiera corroer de mi mente miles de sensaciones que me persiguen y atormentan, ojalá pudiera borrar lo que creo que nunca volvoré a sentir, me gustaría tachar lo exquisito para poder sobrevivir con lo normal.
Pero me parece que eso es imposible ¿no?

martes, 16 de marzo de 2010

Castillos de cartón II


“Ni si quiera nosotros éramos inmunes a la normalidad”, ni si quiera nosotros lo somos.


Yo lo intento, de verdad que lo intento, pongo todo mi empeño en levantar una muralla para detener el viento que quiere destrozar nuestro castillo de cartón, pero no lo consigo, por más libros que ponga, por más textos que escriba, por más letras que apile para atrincherarnos el viento, tan fuerte como esquibadizo, logra pasar para derrumbarlo haciendo que mis esfuerzos sean prácticamente inutiles.

No puedo más.

Llevo un rato pensando exclusivamente en que, después de tantos años juntos, no tengo ninguna foto de los tres, ninguna apta para todos los públicos obviamente.

Ellos dos, en lo único que han coincidido siempre, es en que acabaremos como el rosario de la aurora, y parece que el alba se acerca desde la lejanía.

No puedo más.

Ojalá todo fuera distinto. Ojalá nosotros fueramos la excepción que confirma la regla.

Castillos de Cartón imposibles de sostener, como todos los castillos de cartón, por más empeño que ponga.

domingo, 7 de marzo de 2010

Recuerdos


Llevo días pensando en la noche que empezamos con la transgresión dentro de nuestra depravación. Tenía que irme a Portugal bien marcada, para que no me olvidara de ellos. Para recordarlos cuando, la primera noche lejos de casa al acostarme en la cama del hotel, me dolieran las piernas y la espalda. Me fui dolorida y encantada de estarlo.


Recuerdo el humo del cigarro de los dos, recuerdo como me follaba desde atrás mientras fumaba cigarros que sabían a mí; recuerdo deslizar la polla del maestro en mi boca mientras los rizos no dejaban de arañar mi espalda cóncava. Recuerdo el tacto de su baba en mi espina dorsal, los rizos babean cuando están más que excitados, babean como un niño pequeño, como los perros de Paulov. Recuerdo que los primeros dos azotes fueron más extraños que excitantes. Recuerdo que me folló al pie del sofá, a cuatro patas como de costumbre, mientras le chupa la polla al maestro y olía el humo circular de esos putos cigarrillos que tanto odio y que acabarán costándonos un susto. Recuerdo que al principio no se que quitó la camiseta, sigo teniendo la sensación de sentir el tacto del algodón al final de la espalda, yendo y viniendo al mismo ritmo que él.

Recuerdo que llegados a un momento, lo que no recuerdo muy bien es cual, le pedí que me pegara, recuerdo el placer de cada embestida se multiplicaba por tres, el primer múltiplo era su vaivén, el segundo los ojos clavados y estupefactos del maestro, y el tercero el ritmo de las ostias, el sonido, sentir la vibración transportase por mi trasero, extendiéndose por él hasta lo más hondo de ser. Recuerdo que grite como una perra cuando me corría, que caí rendida al lado del maestro mientras intentaba respirar, que sentía que me moría y me faltaba el aire. Recuerdo que los tres nos quedamos tendidos, absortos, sintiendo a los otros dos.

Esta semana no he podido dejar de recordarlo.