miércoles, 19 de noviembre de 2014

Tristeza


El otro día hablando con alguien que es la antítesis de mi persona pero con quien me llevo sorprendentemente bien le dije que hubo un tiempo en que creía que nunca volvería a ser feliz de nuevo. Un tiempo en el que estaba segura que dos brazos, dos piernas, y una sola boca no podría suplirlos. Durante este maldito, oscuro y largo tiempo creí que no podía haber un dolor peor que el que sentía (sin incluir el dolor que lleva las muertes o la enfermedad grave por supuesto, no exageremos, no se muere de amor, no es un diagnóstico de la NANDA...) Creí, y eso me decía cada dos por tres para intentar creérmelo, que si podía dejar de pensar en ellos, si podía extirpar mis imágenes de los tres juntos podría superar cualquier cosa que me propusiera.... Pues una vez más me equivocaba

El peor dolor que he sentido hasta ahora ha sido, sin duda alguna, sufrir un aborto. Te pasas media vida preocupada por no quedarte embaraza, la otra media porque no consigues quedarte embarazada y, cuando por fin lo consigues, resulta que en un momento se escapa de tus dedos y tienes que volver a vivir como si nada hubiese pasado. Tienes que dejar de tocarte la tripa, dejar de pensar en nombres, dejar de hacer playlist con música bonita para que X se duerma con música. Tienes que, en pocas palabras, volver a reorganizar tu vida. Así es. Y además aguantar las estupideces de todos los demás. Y además lidiar con las miles de dudas e inseguridades que hay en tu cabeza. Y además ponerte a intentarlo otra vez intentado no volverte loca. Y además procurar sonreír para que la gente deje de decirte mierdas. Y además y además y además... AGOTADOR

Y además, el más además de todos, intentar salir de la tristeza en la que te sientes sumida, esa peor que la que sentiste cuando el triángulo se deshizo, esa peor que cualquier otra. Esa jodida tristeza que te fagocita y, cada dos por tres, te deja sin respiración.
¿también conseguiré esto o gasté toda mi energía en mi salir en el último pozo de mierda del que me metí?
No lo sé... ya no sé nada

sábado, 18 de enero de 2014

FIN



Lo sé, hace mucho que no escribo, mucho no, muchísimo. Es imperdonable haber dejado abandonada una parte de mi vida que durante mucho tiempo fue tan importante, tan imprescindible para mi.
Es curioso, ahora que a mi vida ha llegado la tranquilidad, la estabilidad, la normalidad que ansiaba tantas veces y que tantas otras me daba tanto miedo, ahora que duermo todas las noches arropada en sus brazos, en su pecho peludo de oso pirenaico, ahora que, por fin, duermo, que no paso noches insomnes dándole vueltas a los mil por qués de mil situaciones cada cual más surrealista. Es ahora mismo, justo ahora, cuando más me releo, es ahora, justo ahora, cuando más agradezco haberlo dejado todo por escrito. Porque la mente es cruel, es una zorra farolera que te juega malas pasadas haciéndote recordad solo lo que le interesa, es la amiga cabrona que te recuerda que te has engordado y que te enseñas las fotos de las sonrisas que dibujaban tus labios caminando con los dos, es la estafadora más grande de la historia, la que no te enseña nunca lo que hay debajo de la alfombra. No trae flashes horribles de las lágrimas solitarias, ni te enseña las marcas que te dejabas en las palmas de las manos al clavarte tus propias uñas evitando así gritar, no te evoca los tormentos del no saber del no estar del no ser, de eso no se acuerda la muy puta.
Pero el blog sí, la palabra escrita es poderosa, es inmortal.
Sí, ahora es cuando más me releo y depende del año al que vaya me siento de una manera u otra. El triángulo isósceles que eras ha muerto, desaparecido entre sentimientos rotos, malas caras, broncas, terceras cuartas e incluso quintas personas inmiscuida, ahora somos lo que nunca pensé que fuimos, tres lineas totalmente separadas; lo único en lo que coincidían los dos era en que acabaríamos como el rosario de la aurora, nunca quisiese creerlos aunque supe siempre que tenían razón, pero jamás pensé que acabaríamos tan mal. El maestro ha dejado de serlo, ya no puede enseñarme nada, necesita pastillas mágicas que hagan que se encuentre mejor, que se centre, que admita qué ha pasado y deje de machacarnos a todos, a él el primero, por lo que ha sucedido, las cosas son como son y los tres lados hemos tenido que ver. Quien me diría a mi hace unos años que cuando todo lo que tuvimos se acabara los únicos dos entre los tres que iban a tener una relación normal y sana íbamos a ser el rizos y yo. Después de todo lo que hemos pasado ha acabado resultando que ahora puedo hablar con él y con el maestro no. ¿Y como se siente un niño cuando su maestro no está? Efectivamente, perdido. Pero yo he crecido, he aprendido, los problemas de antes los he cambiado por otros más cotidianos, más estadísticamente correctos, pero son problemas, mis problemas, para mi los más graves, ideas, conflictos, sueños que ya no puedo compartir con el maestro. ¿Será siempre así a partir de ahora? ¿Se le pasará? ¿Me volverá a querer y a escuchar? Muchas veces creo que no, que ya me ha grabado en fuego "traidora" en el brazo. Es como si mamá y papá se hubieran divorciado y papá me hubiera hecho decidir, lo siento papá has perdido muchos puntos con tantas broncas no merecidas, tanta charla desde la atalaya de la sabiduría absoluta y, sobretodo, haciéndome decidir, mamá no lo ha hecho...
Es triste después del sexo, del dolor, de las risas y los cubatas, después de los miedos, de los sueños, de las esperanzas, después de todo, es muy triste acabar así. Cuanto más lo pienso más pena me da, pero es el fin. Eso lo tengo muy claro

domingo, 1 de julio de 2012

La casualidad de mi vida


En mitad de los tiempo que vivimos que yo tenga la desfachatez de decir que lo que ha pasado en estos dos días es injusto no tiene ningún sentido, pero no puedo evitar pensarlo.
Yo esperé mucho tiempo la casualidad de mi vida, y esa casualidad vino en forma de cena post teatro, una cena de agotamiento absoluto por otra historia cruel y sin sentido protagonizada por un hombre enfermo y agotador; realmente fue una casualidad que me llevó hasta los brazos de un Francés encantador y encantado.
Esa fue la casualidad de mi vida (hasta ahora). Muchas casualidades había vivido antes, un puto balcón, una piscina lasciva, un contrato barrero; muchas casualidades; pero la que necesitaba, la que ansiaba con todo mi ser llego en forma de cena post teatro.
El ser humano es insoportable. Tienen que venir ahora. Los rizos jamás me habían llamado tantas veces a la semana, ni me habían recordado tantas veces que me quieren, jamás habían contestado a mis llamadas llamándome cariño. Lo tiene que hacer ahora.
Y el viernes mi R favorito hizo su versión de la obra. Sí, somos muy parecidos, ambos amamos la música, las letras, su significado, ambos entendemos nuestras bromas freaks con Robert Smith, ambos amamos a los niños pequeños, los entendemos como una parte de nosotros mismos. Eso es real como la vida misma, decir otra cosa sería falso. Pero ya éramos así hace meses, cuando robamos una noche al tiempo y acabamos follándonos salvajemente a la luz de un amanecer recién despertado. Ya éramos iguales, músicos, adoradores de hijos, duetos perfectos del sing start. Pero entonces no debía de ser tan atractiva. Entonces que estaba completamente disponible y dispuesta, no debía ser suficientemente atrayente.
Y el viernes sí que lo fui, nos dimos cuenta todos entre culos y más culos de sidra natural, nos dimos cuenta entre adjuntos prepotentes, maleducados y despreocupados. Se dieron cuenta los demás, me di cuenta yo y sé que él también fue consciente. Abrazos y bromas por doquier, casi agradezco que no nos quedáramos solos a última hora porque los dos sabemos lo que habría pasado.
Así que sí, lo digo, lo grito, lo espeto si es necesario EL SER HUMANO ES INSOPORTABLE.

jueves, 28 de junio de 2012

Francés


Después de muchas conversaciones en un español casi perfecto y en un francés nulo, cuando mi Francés vino me sentía como una adolescente. La escusa del estreno era perfecta, pero yo no hacía más que preguntarme cosas obvias como si era necesario que preparara el cuarto pequeño cuando era más que obvio que dormiría conmigo.
Así que pasamos doce horas tonteando cual adolescentes nerviosos e inseguros pero con la diferencia de que una roza la treintena y el otro hace ya un lustro que la sobrepasa. Aún así, las doce horas de inseguridad de medir cada gesto, de analizar cada palabra, de escuchar cada silaba hasta el primer beso fueron tan excitantes como el primer polvo. De eso no hay duda.
Al principio no nos aclarábamos bien el uno con la otra. Pero nos ha costado muy poco tiempo hacernos al otro. La primera vez pensé en fingir, como tantas otras veces, gritar un par de segundo un poco más alto, cambiar algo mi expresión y ya está. Pero pensé que si fingía era el principio de la senda del fingimiento, camino que no quería volver a recorrer, ya lo he recorrido demasiadas veces. Así que simplemente esperé a que llegará.
Me folló de mil maneras, siempre empezando con cuidado hasta que era yo la que le pedía que subiera el ritmo, que me penetrase hasta el fondo, que se me clavara en las entrañas. Pero fueron sus manos las que me arrancaron el primer orgasmo; sus dedos penetrándome, jugando con mis humores, sus labios en mi oído susurrando frases obscenas en un francés incomprensible para mi, frases que luego le daba vergüenza traducir. Y así con mi dedo en el clítoris, su mano derecha en mi coño y la izquierda recorriendo para aprenderse mi cuerpo, fue así como me partí en dos, como emprendí el viaje que había olvidado, como grite desgañitándome la garganta; de esa manera fue como caí extasiada, agotada, rendida mientras él apoyaba todo su peso en lo largo de mi cuerpo, susurrando que soy su petite coquine gourmande.
Fue ahí cuando empezó a interesarme el francés.

domingo, 24 de junio de 2012

Vuelta




¿Qué me ha pasado todo este tiempo? Iba a decir que demasiadas cosas, pero en el plano sexual nunca son demasiadas.
¿Por qué no he escrito? No se, supongo que el cansancio del día a día, el agotamiento de los apuntes que no terminan y de los temarios subgéneros que no tienen ni pues ni cabeza.
Pero han pasado muchas cosas, algunas que no debían haber pasado, errores que se repiten y repiten en un bucle que esperaba dejara de ser infinito, encontronazos raros no buscados ni ensayados y… la recuperación del orgasmo. Sí ÉL ha vuelto, maravilloso, vibrante, estremecedor, sincero, salvaje, sudoroso, gritón, estupefaciente. Sí mi orgasmo ha regresado de su inmenso viaje para volver a dormir entre mis sábanas, en el pequeño botón del placer que es mi clítoris
Y sí, el regreso ha sido magnífico.
El principio sorprendente del orgasmo no esperado del polvo inesperado también. La duda, no demasiado placentera, de plantearse si tal magnífico acontecimiento iba  a ser un suceso aislado o, por el contrario deseado, era el comienzo de una carrera de orgasmos sin fin. La estremecedora duda de pensar que los orgasmos que me tocaban habían sido gastados a la temprana edad de 29. Y el maravilloso regusto sabroso del primer orgasmo con el amante nuevo, no el más guapo, ni el más atractivo, ni el más morboso, pero, sin duda el más bueno. El primer orgasmo con Francés, ese orgasmo sincero repleto de confesiones anorgásmicas anteriores. La tranquilidad de comenzar a follar, de calentarte/nos sabiendo que ÉL llegaría gracias a su inestimable ayuda. Las lágrimas incontenidas de los orgasmos que casi parecen que te transportan al mismo cielo, a la misma muerte.
La tranquilidad, eso que me ha tardado tanto en llegar, la tranquilidad del orgasmo asegurado, la tranquilidad de la ropa de hombre en la lavadora, la tranquilidad de las noches abrazadas y las de los pies encontrados para evitar el calor húmedo del verano zaragozana.
La tranquilidad, eso ha pasado estos meses.
Ahora bien, no quita para que siga teniendo mis dosis de sexo salvaje, con él, sin él, reales o ficticias; y, ahora que lo he retomado, ya no pienso dejar de contarlas.

viernes, 3 de febrero de 2012

Asexual

Estoy asexual. Me siento fuera de mí. Tengo ganas de follar pero no tengo ganas de follar. Empezar de cero otra vez, y otra y otra y otra…. así hasta el infinito me cansa tanto. Estoy agotada. Me gustaba follar con los de siempre, con los de siempre era sencillo, un 40% de la carrera estaba ganado, con algunos ese tanto por ciento aumentaba. No hacía falta explicar lo obvio, no hacía falta fingir de manera innecesaria, no hacía falta seguir los patrones de conducta “normales”, con los de siempre, eso estaba ganado; sabes lo que quiero se lo que quieres, es más que suficiente. Pero, últimamente, no me basta con eso, o a ellos no les basta conmigo, no se cual es la frase correcta. Pero no me valen, supongo que es porque, en realidad, están quemados, arrasados, ya he sacado todo lo que podía sacar de ellos, he absorbido lo que me han dejado.
Los nuevos… empezar con nuevos es costoso, cansa, se hace pesado. Volver a explicar como es mi vida, cual es mi ritmo, mis principios, mi forma de ver y mirar. Eso me cuesta, se me hace difícil, siento que tengo que escalar montañas sin saber si, lo que hay en la cima, vale mínimamente la pena. Es así.
Supongo que si me corriese la cosa cambiaría. Valdría la pena escalar aunque solo fuese por un orgasmo. Pero al perder mi orgasmo no solo he olvidado el éxtasis del placer, se me han olvidado las ganas de volver a intentarlo. Eso es lo que realmente me preocupa.

sábado, 14 de enero de 2012

La última noche de barro del año



 Hay sensaciones que no se pueden describir. Es casi imposible. ¿Cómo definir a la perfección lo que se siente al perder la cuenta de las manos que rozan tu cuerpo? La última noche de barro del año resultó muchísimo mejor de lo que me esperaba. No recuerdo el nombre de la nueva adquisición, pero sí recuerdo que besaba muy bien. Y que me pidió por favor que me cambiara de postura para mirarlo de frente.
Son esas noches cuando se me follan cuatro hombres, mientras un quinto mira, uno detrás de otro, arrancándome gritos de placer, repartiéndose cinco pares de manos mi cuerpo, recorriendo todos mis recovecos, cambiándome de postura sin orden ni concierto, retirándose para no molestar después, quedando exhausta en los brazos de un hombre que no recuerdo como se llamaba. Son esas noches las que me encantaría limpiarme el semen mi piel desnuda, arreglarme el maquillaje, perfumarme con mi colonia favorita y subirme a un taxi para acabar en el bar de siempre en el que siempre se repite el día de la marmota. Subirme a la barra y espetarles a la cara “SE ME ACABAN DE FOLLAR CUATRO HOMBRES MIENTRAS UN QUINTO MIRABA, ¿REALMENTE OS PENSAÍS QUE SOY YO QUIEN OS NECESITO?”
Peeeeeeero la sociedad y mucho menos el ambiente sanitario, no están preparados para escuchar verdades erótico-festivas, lo cual es una verdadera lástima.

jueves, 5 de enero de 2012

La gran O




Cuando has perdido el orgasmo, recuperarlo aunque sólo sea un noche de forma esporádica es increíble.
Después de cientos, literalmente hablando, de mensajes con mi catalán el cual está supercomprometido, pensé que no íbamos a quedar, que todo sería un fugaz y casto magreo a las tantas de la mañana. Pero, una vez más, me confundí. Al igual que al infravalorarlo. La sinceridad le caracteriza, aunque sea a golpes y mensajes diferentes, y me informó, casi sonó a aviso, que hacía demasiado que no se acostaba con alguien, ni siquiera con su pareja.
Me vio desnuda y suspiraba intentando concentrarse, pero no lo consiguió. Y no me importó lo más mínimo porque el segundo asalto fue genial. Nos besamos en el sofá mientras me tiraba con la suavidad justa del pelo; la forma en que lo hacía con ese cuidado, casi parecía que me estaba pidiendo permiso, el cual, por supuesto, fue concedido.
Le chupé la polla con todo mi énfasis, pensé que se lo merecía después de tanto mes de una sequía más que obligada, impuesta. Así que me la metí en la boca hasta lo más hondo, se la lamí por fuera, jugué con ella dentro de mi boca, la humedecí, la absorbí, la olí y la esnifé para quedarme con su olor dentro. Y, cuando no podía más le pedí que me follara, y así lo hizo.
No recuerdo, han pasado ya bastantes días, si al principio nos follamos mirándonos, o si fui yo la que le cabalgó poniéndose encima, pero si que recuerdo que le pedí que me follará a cuatro patas, que le entregué mis nalgas dibujando una hermosa pompa para que me penetrara desde atrás, con la fuerza y la vehemencia de un hombre que no está satisfecho. Me clavó los dedos en el culo y, entre jadeos dijo, “uf, te daría unos cachetes…”. Me giré, le miré y sin dudarlo le grité “PUES HAZLO” y así lo hizo. Y entre embestidas vehementes y el sonido de la mano que chocaba contra mis cachetes, me corrí, me corrí avisándole que me corría, me corrí casi ahogada por culpa de almohada, me corrí sintiendo sus pulsaciones, oyendo sus berridos de placer. Me corrí gritando porque me corría, y caí exhausta sobre la cama sintiendo su cuerpo sobre mi espalda, concibiendo su respiración en la mía… Me corrí y la euforia hizo que gritara más todavía, que me riera y le explicara, entre risas de lo más sonoras, que hacía demasiado que no me corría.
Y después aún hubo segundo asalto, sin orgasmo pero con placer, por supuesto, y un después de ese un sueño reparador y magnífico, ese tipo de sueño que solo el orgasmo puede atraer.

viernes, 23 de diciembre de 2011

MIR




Hace ya más de un mes me acosté con mi residente favorito. Prometía muy mucho, porque él no es un residente normal, casi roza los cuarenta y su trayectoria vital está curtida y complejizada, en otra liga podríamos decir que es tan compleja como la mia. La verdad es que mi R prometía, o por lo menos en mi cabeza así lo hacía. Habían sido muchos los meses de ligeros flirteos sin ningún tipo de respuesta erótico- festiva; pero las largas conversaciones del mundo sanitario, de música interesante e interesada hacían que, cada día, me llamara más la atención, aunque había perdido la esperanza de cualquier tipo de encuentro sexual. La idea se había desvanecido de tal manera que hasta le conté mi gran error, grande y repetido, del Doctor Champán (¿tú también Brutus?, fue su sincera respuesta); el interés sexual está tan lejos de mi alcance que le hablé esa noche, una vez más, con la sinceridad que conlleva el cansancio, con la ternura que sigue al estar harta de una situación y el anhelo ardiente de que querer pasar a la siguiente etapa. Y él me dio la razón, a él también le pasaba.
¿Cómo llegamos a mi casa? Con dos frases tan ridículas como utilizadas en el mundo pornográfico de mala calidad.
Estaba fumando al lado de mi ventana, mirando mis cosas y asegurando que mi casa el gustaba porque es muy yo, que la suya está vacía, la mía en cambio cada día tiene más cosas, parece que acumulo cositas a la velocidad que genero nuevos recuerdos.
Me di cuenta de que se le acababa el cigarro y pensé mientras me acercaba ya descalza, con la puntilla asomando por el hombro desnudo que dejaba ver el asimétrico vestido, que sabría mal, porque odio el sabor del tabaco. Pero no me importó, me pasa con los hombres que me gustan, que no me importa a que sepan, porque sus besos saben a todo lo demás, saben a futuro esperanzador. Y R sabía a todo eso. Es tan alto que tenía que ponerme de puntillas para poder alcanzarle, mientras él me cogía por la cintura y me daba besos suaves casi tímidos.
Enseguida nos tiramos en mi cama, es lo bueno de tener una casa tan pequeña. Se tiró sobre mi y empecé a meterle mano sin pudor, estaba tan cansada, tan excitada, tan nerviosa que no podía quitarle si quiera el cinturón. Así que tuvo que quitárselo él solito. Recuerdo que me lancé enseguida a chupársela, me la metí en la boca y comencé a chupársela sin parar, desplegando todo el catálogo de posibilidades porque quería impresionarlo, esas es la verdad. Solo pensaba en dejarlo temblando en que no pudiese pensar en otra cosa que no fuese volverse a acostar conmigo, sin parar una vez y otra vez.
No recuerdo muy bien como fueron las cosas, tengo que intentar escribir mucho antes. Recuerdo que follamos mucho rato, que fue largo y fuerte, que yo le pedí que se corriera y que él me advirtió que quedaba mucho todavía. Recuerdo que lo hicimos de todas las maneras posibles, yo encima mirándole preguntándole cómo lo quería, el encima de mi sujetándome de los hombros, yo sentada sobre el dándole la espalda, mirando como su miembro entraba y salía de mi cuerpo al ritmo que yo quería, follamos de lado, mientras me agarraba con una mano el pecho y con la otra me estimulaba el clítoris; le rogué que me follara a cuatro patas, y así lo hizo hasta que se me clavó hasta las entrañas tragándose un grito ahogado signos inequívoco de que se corría en un mar de jadeos constantes. Se derrumbó a mi lado y me arrastro hasta colocarme en su pecho; y le dije que quería más que siempre quería más.
Necesitó poco para recuperarse, cuatro de mis besos, seis de mis caricias y su miembro volvía a tener vida propia a mirar desafiante. Fue entonces cuando se puso encima de mí y me penetró suave, dibujando círculos con la cadera como intentando alcanzar todos mis recovecos. Fue en ese momento cuando pensé que me deshacía, que el placer me hacia levitar hacia otro sitio. Genial, ese momento despacio, suave pero tan intenso…
Acabamos buceando cada uno en el sexo del otro, empapándonos de nuestros olores, mojándonos con nuestros humores. A mí me resulta muy complicado concentrarme cuando tengo un hombre perdido entre mis piernas, en esos momentos hago mamadas jadeantes porque no puedo evitar gemir. Volvimos a follar otra vez de mis maneras y a mil ritmos y volvió a correrse clavándoseme hasta el fondo como a mí me gusta. Siento como palpitaba su miembro, descargando oleadas de placer.
Yo me habría quedado con él horas, tirada en la cama buscando un sueño necesario y reparador; pero pensé que podríamos hacerlo en otro momento, pensé que esa noche había marcado un punto de inflexión, que los meses de conversaciones reales sobre música, sobrinos y maneras de ver el mundo habían hecho que él pensara que podía haber otra cosa. Pensé que, por lo menos durante un instante, le cuadraba un poco en su vida. Pero no ha debido de ser así, o he sido yo la que se ha explicado mal, la que da una impresión equivocada porque habla de follar sin pudor. Puede ser que sea culpa mía.
Necesito otras cosas…