miércoles, 14 de julio de 2010

Hay vida...



Durante un par de horas se me olvidó el dolor, arrinconé la pena en una esquina de mi mente hiperactiva para ceder el hueco al placer extremo.
No tenía ganas de salir, no tengo ganas de nada en general, me cuesta levantarme, andar, cantar y sonreir, pero me duché, me maquillé, me probé varios modelitos y me calcé mis sandalias nuevas increíbles de tacón negro y acudí al bar de siempre, casi con lágrimas en los ojos.
El maestro me preguntó si prefería que nos fuéramos, dos mensajes disculparían nuestra asistencia, pero yo insistí, mientras me secaba la lágrima del recuerdo, en que nos quedábamos, insistí porque tenía que salir, porque necesitaba un polvo adulto, un polvo salvaje; y eso fue lo que tuve.
No me esperaba que la noche fuera así, ni mucho menos, esperaba un polvo normalito, un buen polvo. Pero lo de ayer fue memorable, de las mejores noches que he pasado en mi antro de depravación preferido.
Aunque yo dije hace muchos meses que F. me gustaba mucho, hasta ayer, tenía que reconocer que si me lo cruzaba por la calle posiblemente no lo reconocía, pero ayer eso cambió porque nos encontramos en un bar "normal" y él, yo, el maestro y M. nos tomamos una cerveza normal mientras alguna mano discreta y dubitativa se posaba en mi pierna desnuda y suave.
Nos dirigimos a mi sótano preferido contando batallitas cual abuelos cebolleta, me dí cuenta que tenemos muchos que contar, mientras ambos nos miraban extasiados y contemplaban el bamboleo de mis caderas remarcando por culpa de una única copa de alcohol.
No nos entretuvimos demasiado en la barra, enseguida pasamos al sofá. F sentado a mi lado derecho y en el sofá de la izquierda el Maestro y M. nos miraban engatusados.
F. es tierno, me besa suave, me toca mucho, repasa con sus dedos mis piernas con ternura y me agarra la barrigita como diciendome que le encanta, me mira mucho, me escucha mucho, me pone la oreja en la boca para que le gima en ella. No sé nada de él, creo que sé a lo que se dedica pero tampoco lo tengo muy claro; se lo más importante, sé que tiene una polla genial, que le gusta mi colgante de cinco puntas, y que le de morbo que cuando follemos lleve un collar que oscile entre mis pechos. No sé mucho más, pero me encantaría saberlo.
F. me besó con ternura mientras M. y el maestro nos miraban y se tocaban entre ellos. En pocos minutos F. buceaba con sus dedos en mi sexo húmedo. En unos segundos más nos levantamos y fuimos hacia la pista de baile, e hicimos de todo menos bailar. Nos tocamos, besamos, chupamos y acariciamos los cuatro a los cuatro. Me arrodillé en el suelo a chupar y esnifar a un maestro extasiado, mientras F. peleaba conmigo por lamer su miembro, M. arrodillado detrás de mi masajeaba mi clítoris. Ese rato fue sencilla genial, me encanta encontrarme con hombres que chupen al maestro sin rechistar, más bien al contrario, que le laman encantados de la vida, sino no tiene gracia, no es divertido, pierde su morbo completamente, pero F. y M. se saben muy bien esta norma y la cumplen a raja tabla.
Fuimos hasta la habitación y me tiré en el amago de cama roja burdeos, F. me desnudó con cuidado mientras me informaba de lo mucho que le gusta mi boquita. Hay perdí la noción del tiempo, del espacio y del dolor, hasta entonces el fantasma de los Rizos se paseaba por mi alrededor, pero en ese momento se alejo, me dejó libre durante unas horas y pude disfrutar, pude salir de la mierda más profunda en la que me ha metido un jodido NUNCA JAMÁS EN LA VIDA.
Salí del barro arrastrándome para disfrutar de unas horas de pasión desenfrenda.
Recuerdos retales, retazos insospechadamente intensos, imágenes, fotografías obscenas aparecen sin previo aviso en mi mente caliente. Nos recuerdo a los cuatro, al maestro haciendo miles de fotografías anónimas mientras M. lamía mi vientre el cual F. le abría para facilitarle el camino. Recuerdo que no era capaz de contar las manos que estaban encima de mi cuerpo. Me encanta esa sensación de no saber quien me toca hasta que llego a tocarle el miembro y les reconozco sin más problema.
Les pedí que me follaran, casi se lo rogué. El maestro le dio permiso a F. primero, me conoce muy bien y sabe lo que quería. Cuando me penetró la primera vez fue... no sé, exquisito. Creo que a F. le gusta follar suave, folla de otra manera, me penetra y se remueve como si quisiera llegar a todos mis huecos. Le pedí que me follará fuerte mientras mis dedos se aposentaban en mi clítoris rozándolo gracias a sus embestidas, me besaba, me besaba mucho, se dejó caer contra mi pecho mientras yo agarraba su espalda con fuerza incrustándolo en mis pulmones, en mi cuerpo, me corrí gritando como una loca, me corrí rasgando mi garganta y clavándole las uñas, me corrí y él siguió sin descanso hasta que hizo que volviera a correrme y hasta que aviso que se corría, y yo le pedía que lo hiciese. Se quedó quieto, inmóvil sobre mí unos segundos, para retirarse y dar paso a M.
M. me folló salvaje, agarró mis piernas y las elevó todo lo que pudo dejándome completamente expuesta, me folló con fuerza mientras escuchaba ese sonido que sólo pueden provocar dos cuerpos que chocan desnudos y con fuerza, me folló mientras sentí su sudor caer en mi cuerpo, hasta que se corrió dentro de mí ahogando un grito en su boca.
Me quedé tendida en la cama alargando la mano que enseguida fue recogida por el maestro. Le hice un gesto a F. para que se acercara y se aposentó en mi espalda de lado, acariciándome despacio y con suavidad, besando mi nuca, mi espalda, mis labios, tocándome con cuidado, acercando su cuerpo al mío, mientras yo protegía su sexo de agresiones externas y miraba con muchísima curiosidad, como hago siempre, como M. lamía sin para al Maestro; esa es la mejor cualidad de M.: la generosidad, puede pasarse horas en esa postura, con esa ocupación tan absorbente.
Estuvimos mucho rato así, ni siquiera sé cuanto. Sé que casi me quedo dormida y que le dije a F. que podía tomárselo como un halago porque yo era incapaz de dormir, sólo me duermo con los tíos que gustan mucho (pero eso no se lo dije).
F. volvió a ocuparse de mi sexo y este, como era de esperar, no opuso ninguna resistencia. La polla de F. se despertó inquieta entre mis manos, mientras yo le besaba con la dulzura que él me daba. Me acerqué hasta al maestro para besarle mientras otro le chupaba. Y les dije a los tres que quería que se masturbaran hasta que se corrieran en mis tetas. Y así lo hicieron.
Perfecto, fue una noche mágica, menos mal que no me quedé en casa.
Hay vida después de nuestro trío, soy muy joven para seguir una vía muerta; hay vida después ahora sólo tengo que encontrarla.

lunes, 5 de julio de 2010

Tentación


Estoy viva, viva pero asexuada. Me he arrancado el sexo y lo he metido en una caja blindada, cerrada bajo siete candados que guardan siete llaves que he tirao a siete mares distintos. Mi sexo anda perdido en una caja plateada, llena de brocados, hundida en el fondo de un oceano pacífico y salado.
Ahí está hundida en lo más profundo del verde oceano.

Ya no hay pasión, ya no hay llama. Peor, mucho peor, hay pasión, pero está reprimida, está amarrada a una pared horrible, a unos ladrillos de un muro demasiado grueso. Ladrillos de reproches tontos, miedos inecesarios, falsos amores infantiles (los que yo sentí) y casi podríamos decir que circunstanciales. Estamos atados, encadenados, esposados a ese puto muro imposible de derribar, él no me deja hacerlo.
Yo creí que nosotros éramos mejores que los demás, que ha nosotros no iba a salir bien, que nosotros íbamos a ser inmunes a las leyes de la normalidad. No me puedo creer, no me creo todavía, que estemos dejando que esto pase, de verdad que no me lo puedo creer.

Y ahora estamos donde siempre hemos estado, estamos donde era obvio que íbamos a estar, los tres como siempre pero como nunca, más bien peor que nunca. Porque sigue habiendo momentos, situaciones, instantes, súmamente eróticos, en los que los tres pensamos, deseamos, ansiamos lo mismo; pero, como los idiotas que somos y nos considero, no sucumbimos a la tentación que tanto nos gusta y nos mordemos los labios hasta que enrojecidos duelen o comienzan a sangrar.
Somos, oficialmente hablando, inútiles emocionales.