domingo, 1 de julio de 2012

La casualidad de mi vida


En mitad de los tiempo que vivimos que yo tenga la desfachatez de decir que lo que ha pasado en estos dos días es injusto no tiene ningún sentido, pero no puedo evitar pensarlo.
Yo esperé mucho tiempo la casualidad de mi vida, y esa casualidad vino en forma de cena post teatro, una cena de agotamiento absoluto por otra historia cruel y sin sentido protagonizada por un hombre enfermo y agotador; realmente fue una casualidad que me llevó hasta los brazos de un Francés encantador y encantado.
Esa fue la casualidad de mi vida (hasta ahora). Muchas casualidades había vivido antes, un puto balcón, una piscina lasciva, un contrato barrero; muchas casualidades; pero la que necesitaba, la que ansiaba con todo mi ser llego en forma de cena post teatro.
El ser humano es insoportable. Tienen que venir ahora. Los rizos jamás me habían llamado tantas veces a la semana, ni me habían recordado tantas veces que me quieren, jamás habían contestado a mis llamadas llamándome cariño. Lo tiene que hacer ahora.
Y el viernes mi R favorito hizo su versión de la obra. Sí, somos muy parecidos, ambos amamos la música, las letras, su significado, ambos entendemos nuestras bromas freaks con Robert Smith, ambos amamos a los niños pequeños, los entendemos como una parte de nosotros mismos. Eso es real como la vida misma, decir otra cosa sería falso. Pero ya éramos así hace meses, cuando robamos una noche al tiempo y acabamos follándonos salvajemente a la luz de un amanecer recién despertado. Ya éramos iguales, músicos, adoradores de hijos, duetos perfectos del sing start. Pero entonces no debía de ser tan atractiva. Entonces que estaba completamente disponible y dispuesta, no debía ser suficientemente atrayente.
Y el viernes sí que lo fui, nos dimos cuenta todos entre culos y más culos de sidra natural, nos dimos cuenta entre adjuntos prepotentes, maleducados y despreocupados. Se dieron cuenta los demás, me di cuenta yo y sé que él también fue consciente. Abrazos y bromas por doquier, casi agradezco que no nos quedáramos solos a última hora porque los dos sabemos lo que habría pasado.
Así que sí, lo digo, lo grito, lo espeto si es necesario EL SER HUMANO ES INSOPORTABLE.