sábado, 7 de mayo de 2011

Cumpleaños I

No hay mejor manera de celebrar mi cumpleaños, y eso que no es un número redondo el cumplido en 2011. No hay mejor regalo posible. Una noche de barro en Madrid. Solos los dos.


Sin palabras. Eso es lo que mejor lo define.

El hecho de estar con mi Maestro en un hotel de la Gran Vía madrileña para mí ya es suficiente. Me encanta estar con él. A veces creo que, si lo mirara desde fuera, la situación es sórdida. Me lleva tantos años… “Duerme la siesta si quieres, pero siempre en posición sexy para cuando te enfoque con la web cam”. Se podría decir que es sórdido, pero genial, excitante, distinto, enloquecedor. Estar medio dormida completamente desnuda y sentir como se levanta la funda nórdica, que casi parecía una nube, siendo consciente de que te enfoca una cámara web, no tiene precio.

Por supuesto me puse mis mejores galas, sus preferidas, con mis sandalias de tacón y mi bolso de mano. Salir de mi pequeño sótano de depravación zaragozano me gusta, pero me asusta al mismo tiempo; en mi ciudad me siento tranquila, segura, poderosa, sé que voy a destacar en la sala, pero en la capi todo eso se queda en mi inseguro bolsillo.

Ahora, el miedo me dura media hora, como la pena de que estaba vez fuéramos un número par sencillo y normal, no el magnífico y cruel tres impar. Media hora de dudas, media hora de melancolías.

Hace meses me preguntó cuales eran las diez cosas que quería hacer este año. Lo primero que le contesté sin dudar fue que quería a un negro. Sí, ya lo sé, es políticamente incorrecto, pero en el sexo todo, por lo menos lo legal, vale, y yo quería un negro. Y ese ha sido mi primer regalo.

Dos metros de chocolate. Ni si quiera puedo decir cuantos centímetros de ébano duro e incandescente me penetraron sin compasión, al principio creí que me reventaba por dentro, que se llevaba mis entrañas en cada embestida; mientras me sujetaba la cadera a cuatro patas y me embestía con fuerza, provocando ese ruido magnífico que sólo dos cuerpos cuando chocan pueden provocar. Después lo cabalgué yo, me subí encima de él y baile sobre su polla dura y tiesa, intentando no desbocarme demasiado con miedo de reventarme yo sola. Pero después de unos minutos mi cabeza ya no controlaba ni a mis piernas, ni a mis manos, ni a mis brazos, ni el ritmo de levantar y descender mi cadera. Así que me clavé en él sin poder evitar el contraste de los colores de nuestras pieles, y eso que yo ya estoy morena, que hacían una combinación perfecta mientras nuestros cuerpos chocaban; me apoyé en su pecho, clavé mis tetas contra su tórax y grité avisando que iba a levantar el viaje. Él me pidió que nos corriésemos al unísono, yo sólo pude contestarle con gritos de afirmación y excitación libidinosa. Todo esto, obviamente, aderezado por las manos del Maestro, por sus miradas lascivas, por sus besos babeantes, sus comentarios calientes. El mejor regalo de cumpleaños, sin duda alguna.

La noche no acabó ahí, ni de lejos, pero iré por capítulos como las novelas de los periódicos antiguos, que así es más interesante.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bueno ese barro de la capital!!! Aquí nunca es los mismo, avisa en tu proxima visita escapada para planificar visita...

Felicidades y enhorabuena por los regalos!!!

Anónimo dijo...

Fantástico, sublime. Gracias por hacernos disfrutar con este relato.
Una admiradora Azirat