martes, 11 de enero de 2011

Normal


El viernes la nueva Niebla, después de su lucha a muerte con la antigua Niebla, salió a disfrutar de la noche y de los amores de su vida.


La verdad es que no tenía muchas ganas de salir, sólo tenía ganas de follar, no sé qué me pasaba, pero mi sexo ardía solo con el hecho de pensarlo, de recordar cualquier situación pasada, de imaginar cualquier situación presente. Aún así, con calentón incluido, no llamé al Nuevo (que ahora casi lo podemos llamar viejo) y, simplemente, salí por ahí a bailar y reirme.

Puede ser que suene increíble pero yo, bueno la antigua yo, nunca jamás había ligado en un bar, en un bar normal quiero decir. Todos mis “encuentros”, que creo poder afirmar que han sido unos cuantos, habían sido en lo profundo del barro donde no importa el nombre, o bien con amigos de amigos de amigos, pero siempre alguien mínimamente conocido.

El viernes no, el viernes, como prueba de que la antigua Niebla ha muerto, esto cambió. He de reconocer que me fijé en su amigo primero, pero a los treinta minutos de hablar con ambos, entendí que el objetivo era otro.

El chico de los ojos verdes oscuros parece tímido, callado, humilde y simpático. Toca, toca mucho, sus manos, aún cuando están frías, saben como deslizarle por una piel caliente, es suave, intenso, tranquilo y lento. Nos besamos cual adolescentes camino de casa, con un dolor insoportable de pies que valió la pena y compensó con creces. Nos besamos en la calle como críos y fue dulce y tierno y yo estaba encantada.

Sé que he escrito esto más de una vez, pero también sé que son las menos, pero cuando en tu vida prima la anormal, lo estadísticamente incorrecto, lo extravagante, lo extraño, cuando en tu vida eso es lo “normal”, los tríos, las camas redondas, los arneses… cuando eso es lo corriente, lo normal sabe muy bien.

Hay días que me preocupa, que pienso que las relaciones a dos serán poco para mi, que me dejaran mal sabor de boca. Pero no, nada más lejos, la verdad es que lo normal me sentó genial. Fue dulce, tierno, suave, me tocó y re-tocó por todas partes, no se dejó nada. El chico de los ojos verdes oscuros me tocaba mientras me preguntaba si sus manos estaban frías. Pasó por mi casa alabando cada esquina, pasó por mi cuerpo ensalzando cada parte. Me desnudó despacio mientras me lamía y, creo que casi con vergüenza, me preguntó qué quería que me hiciera y le contesté que TODO. Me encantó lamerle, como gemía cuando su sexo se perdía en mi boca, cuando la ocupaba entera; me esmeré en mi actuación, puse todo el ahincó para dejarlo impresionado, cosa que creo que hice. Tuvimos un momento mágico repleto de “me gustas mucho” varios. Se fue con pena por no poder quedarse, me dejó con pena de que no se quedará, pero aseguró que volvería, que me debía uno mañanero. Espero que me page pronto su deuda…

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