miércoles, 1 de diciembre de 2010

Más poder


No recuerdo si él me lo pidió o yo se lo ofrecí, me parece que fue una mezcla de ambas cosas. Él me dijo que le encantaba, que se lo pedía a todas las mujeres con las que se acostaba. Y yo se lo pregunté, ¿te gustaría…?


Al principio me dijo que si, no lo dudó ni un segundo, enseguida me dijo que sí, y yo sonreí con esa cara de zorra cachonda que pongo cuando me excito sólo de pensar. Eso me pasa mucho, sólo de pensar en lo que voy a hacer, en lo que le voy a hacer, en lo que me va hacer, me pongo como una loca, chorreo, noto como humedezco los tangas.

El día que le dije que esa era la noche perfecta para estrenarle, se arrepintió, le dio vergüenza, los perjuicios de vivir en una sociedad católica y apostólica como la nuestra pueden, demasiadas veces, con las ganas de recibir placer. Nos pusimos, follamos como animales y le permití, una vez más, que usara todos mi agujeros ya que yo iba a usar los suyos. Pero en el momento en que se lo propuse… pudo más el pudor que el vicio.

La siguiente tarde que hablamos del tema no fue una proposición, fue una advertencia “Cogeré el arnés y lo estrenaremos, no me voy a recorrer media ciudad con él en el bolso para luego no usarlo…” No se quedó muy contento pero no se quejó tampoco.

Nos dimos otro de sus baños, ésta vez con espuma, por primera vez le hablé de mí, de mi triángulo escaleno, de los rizos y del maestro, fue el primer paso hacia lo que hoy creo que será un final, se me escapó, me pilló con las defensas bajas. Soy transparente, totalmente cristalina, y con él me creado una barrera, he sido yo la que ha ido marcando los límites, marcando un ritmo más acelerado del que hubiese sido correcto; pero el domingo en nuestra quinta noche juntos, cometí un error… una lástima…

Después del baño, nos dimos otra de sus duchas, creo que son de los mejores momentos que he pasado con él, cuando me enjabona y acaricia al mismo tiempo, cuando repasa con sus manos mi cuerpo caliente, deshaciéndome igual que la otra vez, dejando que mi mente se fuera por el desagüe; pero no solo se escapo mi cuerpo, se fugó mi mente, mis barreras, mi muralla de papel… una lastima

Le dejé que me follara, más bien, le obligué a hacerlo, quería correrme yo primero, quería que oyera gritar para saber lo que iba a tocarle a él.

Quería verme mientras le penetraba, quería que mis pechos rozaran su abdomen mientras mis embestidas le hacían gritar, pero yo no lo quería así. Le dije que se pusiera a cuatro patas, dejé caer un chorro generoso y frío de lubricante, y le metí el primer dedo sin ningún problema, después el segundo, y lo siguiente fue mi maravilloso miembro falso. La facilidad con la que le entró me dejó estupefacta, tengo que reconocerlo. Me pedía más, más fuerza, más rapidez, más movimiento y yo, agarrada a su cadera, dándole hostias en los cachetes de su culo blanco, aceleraba mis movimientos para oír como aumentaban sus gritos. Sé que he escrito esto más de una vez, pero es que cada vez que hago esto vuelvo a darme cuenta, porque recuerdo la sensación, pero hasta que no vuelvo a ponerme mi aparato regalado no le recuerdo con tanta claridad. Sé que no obtengo ningún placer objetivo por penetrarle con mi arnés, pero el poder… sentir ese poder… esa sensación no tiene nombre...




Espero que ésta no sea la última historia que contar con él, porque aún no he descubierto qué coño es y me encantaría hacerlo.

No hay comentarios: