lunes, 31 de mayo de 2010

¿?


Al principio el teléfono era suficiente, no lo niego. Me encantaba oírlo diciéndome todas las barbaridades que iba a hacerme cuando nos viéramos. Me ponía oírle suplicarme que le dejara venir a mi casa. Así, ¿cuánto? ¿cuatro o cinco semanas?


La cerveza rápida y agradable fue genial, cuasi perfecta, demasiado perfecta para ser real.

Pero ahora que le digo que venga a follarme, que le dejo clara constancia de que quiero hacerle todo lo que se le ocurra, todo lo que me pida. Ahora que por fin ha conseguido lo que quería, que parecía ser era que le invitara a casa, ahora no da señales de vida.

Y yo, más cabreada que triste, me preguntó ¿¿Cómo es esto posible?? ¿Alguien me lo puede explicar??

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No vale la pena cabrearse, seguro que llegan mejores oportunidades (digo yo) aunque últimamente para el sino habitual para much@s. Teléfonitos, mensajitos, planes,...y a la hora de la verdad humo y más humo. Cosas de la condición humana? Miedo escénico? O simple sobredosis de aburrimiento? Todos tenemos algo que contar al respecto. Ánimo!!!

Mágica dijo...

Joder, es curioso sí!!! porqué todos tienen es esa obsesión de que les lleves a casa??? me gustaría saberlo...así que luego, nada...yo por si acaso de momento no he caido esa tentación.