viernes, 29 de enero de 2010

Sedienta



Me pongo a pensar, en realidad nunca dejo de hacerlo, y me doy cuenta de que estoy sedienta. Pero por más líquido que ingiera, no importa su sabor ni su olor ni si quiera su textura, no me sacio, no quedo satisfecha, porque mi sed no precisa de ningún líquido elemento. Estoy sedienta de ellos, de los dos, de lo que formamos los tres. La sobredosis de la noche madrileña ha abandonado mis venas, ya no queda nada salvo el recuerdo, un recuerdo tan certero como doloroso, tan excitante como triste, porque recuerdo cada momento, cada sensación pero no puedo sentirlas, mi piel no puede reproducirlas porque está seca, deshidratada y sedienta, sedienta de ambos, de los dos, de lo que formamos los tres.


No puedo más, es como si me quemase y no encontrara el agua que pudiese cesar estas llamas. No puedo más, pero no me queda alternativa. Nuestro mayor problema siempre ha sido el tiempo, es una de las pocas cosas en las que no le doy la razón al maestro, nuestro primer problema siempre ha sido el tiempo. Quizás si el cansancio no estuviera tan instaurado en su cabeza el tiempo nos diera una pequeña tregua y nos prestara escasas horas para entregarnos los uno a los otros como hace tantos días que no nos entregamos.

Lo sé, soy totalmente consciente de que el tiempo es relativo, de que para mi han pasado años desde nuestra última noche y para ellos sólo auténticas, reales y agotadoras semanas. Pero, es lo malo de ser yo, es lo malo de ser como soy, tiene cosas bonitas, preciosas e increíble scomo dice el maestro, pero esto es lo malo de ser el corazón que no se puede pensar con otra parte del cuerpo, simplemente no sé cómo se hace.

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