lunes, 24 de noviembre de 2008

EScondite




Se perseguían, escondidos el uno del otro, se perseguían. Ambos conocían los caminos del otro, las esquinas oscuras y escondidas, ocultas y protegidas por el color de la noche.
A él le encantaba esconderse debajo de las escaleras del hospital, ya en la calle, debajo justo de la puerta de entrada. Ella tenía que pasar todos los días para ir a casa. Era consciente de que a él le encantaba hacerlo, se escondía, la esperaba y cuando ella, completamente despistada escuchando su mp3, pasaba delante suyo, salía a su paso y en un empujón la hundía en la oscuridad de su escondrijo favorito.
Ella sabía que era él, lo supo incluso la primera vez que lo hizo cuando no le había dicho absolutamente nada, cuando no se lo esperaba, cuando ni siquiera lo habían hablado, lo supo desde el primer empujón; la agarró por la cintura y la empotró contra la pared. Se le aceleró el corazón de tal manera que sabía que era él, sólo podía ser él.
La empotraba contra la pared, la amordazaba con una de sus manos y con la otra...con la otra se perdía entre sus piernas...Jamás pensó que el juego del escondite podía ser tan excitante.

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