
"Los dos tirados encima de ese amago de cama, sintiendo el raso bajo los cuerpos desnudos.
- ¿Estás bien? ¿Cómoda?
Me encanta que siga preguntándomelo como el primer día, aunque sepa la respuesta.
Le contesto un sí con la cabeza sin mirarle, repasando esa pequeña habitación, sintiendo cada sensación, tatuándola en la piel para no olvidarla.
Las sábanas de raso negro resbalan debajo de mi espalada desnuda teñida al piel del morado del fluorescente de la pared. Una escuálida barra de madera sujeta tres perchas blancas que destacan exageradamente frente a las paredes forradas de negro. Y esa X, esa cruz lasciva de madera con unas agarraderas de algún material, estoy segura de ello, que no es cuero aunque quiera parecerlo.
Me roza el hombro sacándome del ensimismamiento en el que estoy zambullida.
-¿Bien?
- Sí, tranquilo.- es tan mayor, podría ser mi padre. Su cuerpo no es para nada atractivo pero no me importa lo más mínimo, no es su cuerpo lo que me atrae de él, es todo lo que puede hacer, todo lo que me organiza.
- Cuando vuelva tienes que obligarle a chuparme la polla y mientras lo hace tú penetras ese culo que tanto te gusta. ¿Quieres?
- Sabes que sí.- me giro para besarle. Sus besos son distintos a los de los demás.
Aparece con la camisa mal abrochada y le mitad del cuello por dentro, una toalla tapa su pelvis. Viene con los condones en la mano y cara de vicioso. Me mira, se mira en el espejo. Le observo mirándose, mirándonos. Se desnuda lentamente y se acerca hasta nosotros que, apoyados en los cojines, le esperamos reposados medio sentados.
Se acerca más abriendo cuidadoso las piernas, mientras habla, esa voz, como me gusta esa voz.
- ¿No vas a chupársela a mi amigo o qué? ¿Ni siquiera un poquito?- Carlos me da un toque en el brazo para que hable, para que le conteste. Pero estoy muda, en un momento o en otro entro siempre que estoy en una situación así enmudezco. Hasta que, de repente, salgo de mi letargo.
- No.- me incorporo y le agarro fuerte del pelo.- se la vas a chupar tú."