Cuando has perdido el orgasmo, recuperarlo aunque sólo sea
un noche de forma esporádica es increíble.
Después de cientos, literalmente hablando, de mensajes con mi
catalán el cual está supercomprometido, pensé que no íbamos a quedar, que todo
sería un fugaz y casto magreo a las tantas de la mañana. Pero, una vez más, me
confundí. Al igual que al infravalorarlo. La sinceridad le caracteriza, aunque
sea a golpes y mensajes diferentes, y me informó, casi sonó a aviso, que hacía
demasiado que no se acostaba con alguien, ni siquiera con su pareja.
Me vio desnuda y suspiraba intentando concentrarse, pero no
lo consiguió. Y no me importó lo más mínimo porque el segundo asalto fue
genial. Nos besamos en el sofá mientras me tiraba con la suavidad justa del
pelo; la forma en que lo hacía con ese cuidado, casi parecía que me estaba
pidiendo permiso, el cual, por supuesto, fue concedido.
Le chupé la polla con todo mi énfasis, pensé que se lo
merecía después de tanto mes de una sequía más que obligada, impuesta. Así que
me la metí en la boca hasta lo más hondo, se la lamí por fuera, jugué con ella
dentro de mi boca, la humedecí, la absorbí, la olí y la esnifé para quedarme
con su olor dentro. Y, cuando no podía más le pedí que me follara, y así lo
hizo.
No recuerdo, han pasado ya bastantes días, si al principio
nos follamos mirándonos, o si fui yo la que le cabalgó poniéndose encima, pero
si que recuerdo que le pedí que me follará a cuatro patas, que le entregué mis
nalgas dibujando una hermosa pompa para que me penetrara desde atrás, con la
fuerza y la vehemencia de un hombre que no está satisfecho. Me clavó los dedos
en el culo y, entre jadeos dijo, “uf, te daría unos cachetes…”. Me giré, le
miré y sin dudarlo le grité “PUES HAZLO” y así lo hizo. Y entre embestidas
vehementes y el sonido de la mano que chocaba contra mis cachetes, me corrí, me
corrí avisándole que me corría, me corrí casi ahogada por culpa de almohada, me
corrí sintiendo sus pulsaciones, oyendo sus berridos de placer. Me corrí
gritando porque me corría, y caí exhausta sobre la cama sintiendo su cuerpo
sobre mi espalda, concibiendo su respiración en la mía… Me corrí y la euforia
hizo que gritara más todavía, que me riera y le explicara, entre risas de lo
más sonoras, que hacía demasiado que no me corría.
Y después aún hubo segundo asalto, sin orgasmo pero con
placer, por supuesto, y un después de ese un sueño reparador y magnífico, ese
tipo de sueño que solo el orgasmo puede atraer.
1 comentario:
siempre lo bueno es bueno ... zano un soltero por la noche
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