domingo, 21 de febrero de 2010

El treinta y tres coma tres periodo



A veces tengo una necesidad irracional, casi podríamos decir primitiva, de marcarlos como si fueran míos, aunqué se que no lo son. Pero cuando estamos rodeados de completos desconocidos, compartiendo lo que, supuéstamente, ha de ser íntimo a dos, siento la imperiosa necesidad de morderles, arañarles, agarrar las partes tensas de sus cuerpos hasta dejarlos marcados con mi insignia. No puedo evitar pensarlo, me pasa muy amenudo, quizás demasiado. Cuando se alejan de mí, aunque nunca se alejan demasiado, cuando tocan a otras u otros, cuando se dejan acariciar por otros labios qeue no son los míos, les miro desde la lejanía, no tan lejana, mientras otros que no son ellos, se encargan de mí, y disfruto mirándolos, disfruto grabando sus caras y sus gestos, pero siempre hay un pequeño instante en que tengo la urgente necesidad de gritarles a todos los demás que son sólo míos y que en realidad no los tienen sólo se los presto, durante un breve e intenso periodo de tiempo. Es entonces cuando me deshago de quien me toca o me lame, con discrección pero con firmeza, es entonces cuando busco sus cuerpos entre la oscuridad conocida y tan bien aprendida, es en ese momento cuando me acerco hasta ellos para que quede constancia tactil de que son míos.


Pero no lo son. No lo somos. En la vida real, fuera de esas cuatro paredes, lejos del sótano de la depravación, nos pertenecemos en la misma manera que nos amamos. Con esa receta complicada de cientos de ingredientes que no sé descifrar. El treinta y tres como tres periodo de sus cuerpos me pertence igual que les pertenece el mío.

Seis piernas y el mismo número de brazos, tres bocas, dos miembros iniestos y una cueva que quiere, no, necesita, ser ocupada, treinta dedos que repasan tres cuerpos, tres ombligos y tres espaldas. El tres, a veces, no es un número impar.

En la salud y en la pequeña enfermedad, porque esto va a ser pequeño. Espero que, una vez más, el maestro no se equivoque.

2 comentarios:

Dr.Mikel dijo...

Como decia Gibran, tus niños no son tus niños, son los hijos de la vida deseosa de perpetuarse.

NieblA dijo...

Deseosa de perpetuarse, que gran definición...