jueves, 24 de diciembre de 2009

Ciega





Que el maestro me encontrara ha sido una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida, obviamente ha marcado un antes y un después en la forma que tengo de vivir mi sexualidad.
Nunca podré agradecerle todo lo que me da y me ha dado, pero tendré que seguir intentándolo.
El martes, en la cena de Año Nuevo (nosotros sólo celebramos la navidad a nivel familiar) él volvió a salvarme de caer en los brazos del Rubio, sigo sin entender cómo puede atraerme tanto un hombre que, obviamente, ni me conviene ni me merece lo más mínimo.
Me sacó del bar y me llevó a uno de los sitios donde me siento más segura, qué curioso ¿no? que me sienta tan segura justamente en allí. Quedemos con uno de los hombres que mejor huele del mundo, con uno de esos pocos hombres con los que se puede hablar, así da un gusto...
Entramos dentro y ahí perdí el control de todo, el maestro volvió a vendarme los ojos, reconozco que me encanta la nueva moda. De verdad que perdí el control. No sé cuantas manos se repartían mi cuerpo, cuantas lenguas repasaban mis piernas, no soy consciente de cuantos miembros tocaron mis manos desnudas, ni de cuantos labios buceaban en mi sexo, perdí la cuenta. Que buen regalo para las navidades que no celebramos.
La euforia entró en mi vida hace unas semanas cuando visité el Nirvana y, desde entonces, no puedo dejar de sonreír. Esa sí que es la mejor manera de empezar el año.

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