viernes, 19 de noviembre de 2010

Sigo sin saberlo


Estábamos metidos en la bañera, muy juntos, cada uno con la cabeza en un extremo, no cabíamos de otra manera, mis piernas cerradas, las rodillas encima de su abdomen y cada uno de mis pies a sus lados. Reconozco que me costó encontrar la postura, y que tuvimos que abrir el grifo del agua caliente porque a mi me encanta escaldarme con el agua, él, simplemente, intentó aguantarla como el macho cabrío que se considera.


Nos pusimos en pie y nos duchamos juntos, le dije que no necesitaba la esponja que yo no suelo usarla pero él me dijo que quería enjabonarme. Le dejé que lo hiciera sin ninguna pretensión, muchas películas ha visto este tío, pensé para mi. Pero no podía estar más equivocada.

Insisto: no sé lo que es. Pero sentir la esponja repasar mi cuerpo, dejando estelas de jabón blanco, percibir el ligero roce de su sexo en mis nalgas enjabonadas, resbalar sus manos por mi espalda, parar en mis caderas, repostando para adentrarse en mi sexo, un sexo que, normalmente, sumergido, no se encuentra mojado, pero esta vez todo fue distinto; todo fue lo contrario, la textura de su saliva, se confundía con mis flujos y estos con el jabón líquido.

Creí que me deshacía, cuando me besaba desde atrás, creí que mi cuerpo se convertía en agua y se escapaba por el desagüe sin dejar rastro de mi. Creí que me deshacía, que me escapaba por el desagüe. Tuve que apoyar la cabeza en la baldosa del baño para no resbalarme y dejarme ir.

Me gusta como besa, besa muy bien y el cabrón lo sabe. Tiene los labios bonitos, grandes pero no exagerados, sabrosos, húmedos, sus besos son mojados, van a juego con mi sexo, siempre húmedo y chorreante. A mi me encantan sus besos y él alaba mi capacidad de humedad.

No sé cómo coño lo hace, pero el cuarto o el quinto polvo que echamos fue… increíble.

Me recuerdo agitándome como una culebra sobre su sofá morado, convulsionando, gritando y clavándole los dedos en la espalda, que no las uñas porque él no me deja, riendo y llorando al mismo tiempo, contrayéndome, durante un microsegundo morí, creo que dejé de existir, mi cuerpo implosionó, saturando mis terminaciones nerviosas de placer y placer como hacía meses que no sentía.

De verdad que no sé lo que es, no tengo ni idea, pero espero que dure…

viernes, 12 de noviembre de 2010

No sé lo que es


No es su físico, no es su personalidad, no es, obviamente, su pensamiento político, no es su madurez, ni la falta de la misma, no es que no sepa cocinar, es… otra cosa. No sé lo que es, no tengo ni puta idea, pero me pone, me pone mucho más de lo que debería porque no tiene nada de lo anterior. No es todo el rato, no es a todas horas, pero son gestos, pequeñas miradas, pequeños movimientos que me ponen cachonda, cachonda como una perra en celo, como hacía semanas que no me ponía. Me senté en la esquina apropósito, para que sólo pudiera tocarme cuando yo quisiera que lo hiciera, pero él no me tocó, acercó su nariz hasta mi antebrazo y me olio mientras cerraba ojos, “¿a qué hueles?”. Y ese fue el principio.


96 horas después dudo de si debería haberme metido en esto. Pero los gritos de los orgasmos, las sensaciones, el sexo salvaje de estos días no me los quita nadie. Pues ya está.

Ahora estoy cansada de promesas falsas e innecesarias, a mi no hace falta prometerme un viaje para que me abra de piernas, voy a hacerme una camiseta con esta frase.

Porque a veces siento que sirvo sólo y exclusivamente para cumplir fantasías sexuales de hombres varios, que no está mal, pero que, obviamente, se queda corto, muy corto, insuficiente.





Mañana estaré más sexual,lo prometo